Abril es el mes de aniversario de muerte de mi madre. También era su mes de cumpleaños. Es un mes en el que usualmente me siento bajoneada, triste y me irrito con facilidad. Por muchos años ha sido así, pero sólo hace unos pocos logré reconocer que tenía que ver con el aniversario de su muerte y todo lo que ello representa para mi.
Dure todo abril queriendo escribir al respecto, pero por alguna razón escribir sobre mi madre siempre ha sido tarea difícil para mi. Lo cual es irónico, teniendo en cuenta que hablo de ella y su muerte con facilidad e incluso me rio en el proceso, es mi mecanismo de defensa por excelencia.

Este año me permití llorarla nuevamente en el día de su aniversario, el de su muerte. Deje que todo aquello que sentía fluyera libre. Y en medio de mi llanto paso algo muy bonito, me conecté nuevamente con mi yo de 14 años. Con aquella adolescente que perdió a su madre y quedó con una y mil preguntas. Con rabias y reproches que ya no podría resolver con ella.
Por primera vez pude reconocer en mi llanto, en mi dolor, lo que mi yo de 14 años tiene aún por elaborar. Y que ahora a mis casi 33 he decidido atender y sanar lo mejor que pueda.
Quizás sea por el hecho de que ahora soy madre que todas aquellas cosas se movieron en mi nuevamente. Pude sentir como mi niña y mi adolescente interior seguían aún heridas y confundidas. Y desee poder tener a mi madre en frente para así sacar de mi pecho todo aquello que jamás le pude decir. Lo bueno y lo no tan bueno que he cargado conmigo todos estos años y que de alguna manera debo aprender a elaborar sin ella.

Y es que a veces nos pasamos la vida creyendo que tendremos mucho tiempo para decirle a ese otro -ya sean nuestros padres, familiares o demás- todas aquellas cosas que nos duelen en nuestra relación con ellos. Creemos que si algo, mañana o esta semana, le digo lo que realmente siento y listo. Pero te cuento algo? No tenemos el mañana asegurado. Ni siquiera la siguiente hora. Solo tenemos este momento, el ahora.
No dejes pasar tu vida diciendo “ah otro día le digo” sea lo que sea, sea un te amo, un te extraño o incluso el preguntarle a ese otro el porque de esto o aquello que quizás te dolió o te confunde. Debemos dejar se asumir, creyendo que sabemos todo, y buscar claridad por medio de la comunicación. Porque si llega el mañana y no dijiste, ni preguntaste lo que deseabas, pensando que tendrías tiempo “mañana” y ese otro pierde la vida, será mucho más difícil encontrar respuestas tú solo. Y esos te amo, te extraño, te quiero ver, etc… ya no valdrán de nada.
Por eso dí lo que sientes cuando lo sientas. Se sensato(a) con tus palabras, pero dilas. No te quedes con dudas y conflictos no resueltos.
Espero hayan podido celebrar a sus madres este mes. Y madres, espero hayan sigo celebradas con mucho amor.
Gracias por leerme una vez más. Espero nos volvamos a leer pronto.

Deja un comentario